Constance Demby ha sido en alguna ocasión definida como la iniciadora de la música meditativa, una innovadora artista de fama internacional, y una original renovadora de los instrumentos musicales que refleja su innegable creatividad en este terreno. Californiana de quinta generación, Constance nació en Oakland, donde a la edad de ocho años inició sus estudios musicales con el piano. Posteriormente se trasladaría a la costa este, decidiendo entonces extender sus estudios al campo de la pintura y escultura. La genial compositora, toca, además del piano, una amplia gama de instrumentos tradicionales de otras culturas, como por ejemplo el cheng chino, el dulcimer de origen persa, el tambour indio, el gamelan balinés, el harpalek austríaco, y un sinfín de instrumentos étnicos de todo el mundo, de un modo nada tradicional que resulta altamente innovador.
Demby empezó practicar la meditación en los años sesenta, experiencia que utilizó en el desarrollo de nuevas formas espaciales de música contemporánea de corte clásico. De hecho, es así como ella misma define su peculiar estilo musical, un estilo al que literalmente califica de «música espacial sinfónica clásica contemporánea». Durante los años setenta, Constance Demby da diversos conciertos, participando asimismo en talleres y presentaciones multimedia a lo largo de la costa este norteamericana, junto a la banda Central Maine Power and Light Company. A finales de los setenta establece ya su propio sello discográfico, concretamente en el año 1978, al que llama Sound Currents, donde se publican sus primeros títulos de música meditativa espacial: Skies Above Skies en 1978, y Sunborne en 1980, año en que Demby inicia su experimentación electrónica. Con los teclados y samplers digitales, su estudio pasa a ser totalmente electrónico. Constance publica en su propio sello, además, Sacred Space Music en 1982, álbum en el que la compositora combina con inigualable maestría el piano, el dulcimer y el sintetizador creando así una de las primeras composiciones clásicas cuya brillantez, originalidad e inspirada fluidez la situarían entre las obras pioneras bajo la etiqueta genérica de la Nueva Era; en esta grabación Demby impulsa a los oyentes a explorar su yo espiritual volviendo la mirada hacia su interior: «Tienes que suprimir temporalmente el control del ego y dejar que la música te lleve a territorios tal vez nuevos e inexplorados», comenta la artista, refiriéndose a este álbum. A esta grabación seguirían Live At Alaron y el compilatorio Light of This World, álbum este último que incluye lo mejor de esta época compuesto por la artista.
Posteriormente Constance entraría en contacto con el sello Hearts of Space, del productor Stephen Hill, y sería en este sello donde esta genial creadora grabaría sus obras maestras. En 1986 Hearts of Space publica su inigualable Novus Magnificat, grabación que encabeza las listas de éxito de numerosas emisoras de radio, pieza clave para los aficionados a la música espacial, donde los sintetizadores, la percusión, los órganos, instrumentos diversos de cuerda, y un coro de voces etéreas se entrelazan con los especiales efectos electrónicos de Michael Stearns conjugándose en una sinfonía comparable al Requiem de Mozart, según algunos críticos, al estilo de la Nueva Era, y constituyendo una obra, en definitiva, que apela al potencial espiritual más elevado del ser humano, y cuyos efectos positivos sobre el oyente alcanzan al testimonio dado por médicos y enfermeras que han comentado su beneficioso efecto en clínicas y hospitales. La misma Constance Demby explica que esta obra es «un Magnificat y Exultate contemporáneos para orquesta digital y voces de coro», donde la artista crea una inspirada fusión de la música sacra tradicional occidental con influencias clásicas en una ambientación electrónica de caracter contemporáneo basada en los arquetipos inmutables de un viaje musical de carácter profundamente trascendental, transformador. Esta música, compuesta e interpretada por la artista utilizando un sintetizador Emulator II, en el que los instrumentos sinfónicos reales se digitalizan en samplers sobre discos magnéticos, siendo luego recombinados y orquestados por su autora, fue directamente creada en el mismo sintetizador, en una magistral combinación de las violas, violines, violoncellos, contrabajos, arpa, piano, órgano, cuerno francés, campanas, efectos electrónicos, tímpanos y coro. Todo ello combinado con la sonoridad propia de un Roland Juno 60, y un piano de cola de concierto Yamaha. Tanto el público en general como la crítica han aclamado esta magnífica creación, que supuso un éxito comercial notable.
También bajo el sello Hearts Of Space, Constance Demby publica su álbum Set Free (1989), donde se perciben las influencias de otras músicas como son las de Bali y las del continente africano, evidenciando el carácter universal que impregna sus obras. De hecho, la autora no cesa de experimentar con diversos instrumentos acústicos étnicos de todo el mundo, adaptándolos al medio electrónico digital, en un afán por descubrir nuevas sonoridades que lleven a una universalidad musical clásico-contemporánea. Poco después inicia sus giras internacionales, visitando diversos países europeos, entre ellos España (Islas Canarias), además de Egipto, Sudamérica, Japón, Indonesia y otros.
A Constance Demby le desagrada la etiqueta New Age debido a las connotaciones negativas que ésta ha asumido a lo largo de los años. Al parecer, cualquiera que consigue publicar un álbum utilizando sinfonías electrónicas es etiquetado como un músico «de Nueva Era», sin importar su nivel ni su experiencia, ni si realmente contribuyen al estilo de música meditativa y de expansión de la consciencia. La utilización del término Nueva Era como un ecléctico cajón de sastre en el que todo tiene cabida, donde el oyente encuentra cosas más «mediocres» que «buenas», ha provocado una gradual reducción en las ventas durante los últimos años. Si unimos ese problema al carácter negativo que varias religiones atribuyen al término Nueva Era conectándolas al paganismo y otros cultos más o menos oscuros, el resultado es ciertamente desconcertante. Es por este motivo que a Constance y muchos otros músicos realmente profesionales cuya calidad está fuera de toda duda, y que se han visto «etiquetados» de esta forma, les encantaría ver tal terminología cambiada. Lo cual presenta un auténtico reto: ¿Cómo llamarles? El problema es, que a nivel comercial, hay un gran desconcierto a la hora de calificar este tipo de músicas: los encargados del marketing, de cara al público, se empeñan en otorgarles una categorización definida, y sin embargo no saben si llamarla clásica, contemporánea, nuevas músicas, New Age, Nueva Era, músicas alternativas…
En su afán por descubrir nuevas sonoridades y sonidos nunca oídos anteriormente, Constance Demby ha sabido ensamblar cada emoción con su resonancia tonal complementaria, provocando diversas experiencias impactantes en el oyente, y despertando una catarsis emotiva que afecta a los más profundos niveles de consciencia en la armonización de su mente, su cuerpo y su espíritu. Este particular aspecto de su arte la ha llevado a desarrollar, ya en los años setenta, lo más innovador en el campo del sonido, ya que fue entonces cuando esta artista concibió y construyó los primeros instrumentos de Acero Sónico: El «Space Bass» («Bajo Espacial») y la «Whale Sail» (la «Vela de Ballena»). En ambos casos se trata básicamente de unas enormes láminas de acero inoxidable que se tocan con sendos arcos, y que generan profundos sonidos con una resonancia primordial jamás conseguida antes con los instrumentos convencionales. El «Space Bass» consiste en una lámina horizontal de acero inoxidable de diez pies, con cinco octavas de varillas fijadas a una barra. Estas varillas se tocan o bien golpeándolas al estilo de un instrumento de percusión, o bien mediante un arco, como si se tratase de un violín o un violoncelo, o más bien un contrabajo. Según se calcula, las ondas sonoras generadas por las notas más bajas se hallan en una longitud de onda de unos 30 pies. Por otra parte, la «Whale Sail» viene a ser una especie de versión cetácea hermana del «Space Bass», esta vez tratándose de una lámina vertical de 8 pies, entretejida con alambres que asimismo hay que tocar con un arco. La sonoridad que estos originales instrumentos son capaces de producir tienen un extraño toque ultraterreno con un potencial emotivo indescriptible.
En 1995, Constance Demby publica Aeterna, obra inspirada en los compositores clásicos de la escuela romántica, y más concretamente, en Rachmaninoff y Tchaikovsky. En esta obra, la autora lleva la música más allá de los confines terrenales. El aire melódico que impregna las obras de los maestros rusos viene a combinarse con el virtuosismo sublime propio de un Bach, en una armonía donde el piano es el instrumento rey por excelencia, consiguiendo una composición de carácter altamente espiritual, apasionado, profundo, cuya belleza supera toda descripción. Parece como si Demby se recreara en esculpir los sonidos, creando un paisaje sonoro llamado a convertirse un clásico cuyo poder transforma al oyente expandiendo su mente y abriendo su corazón a lo que ha de ser la música del siglo XXI en su carácter sinfónico más exquisito. Música de ensueño, espacial, deliciosamente apropiada para utilizarla en algún planetario, o tal vez como banda sonora de una película, esta música nos habla del universo, de la vida, nos lleva a una profunda experiencia emocional y espiritual, transformadora, sublime.
Actualmente, Constance Demby continúa creando nuevos mundos sonoros de carácter orquestal contemporáneo en su estudio. Para ello se basa en lo último en tecnología electrónica, incluyendo sintetizadores y samplers digitales. La compositora trabaja sin descanso en conseguir el dominio instrumental controlado por ordenador, un mundo que, no obstante, encuentra ciertamente árido y a la vez desafiante. Para ella es frustrante encontrarse con que no consigue tocar su música por olvidar pulsar una tecla. Por ello persevera en conseguir un dominio absoluto de estas tecnologías. Asimismo, la artista no descarta embarcarse en nuevas giras mundiales como ya hiciera antes. Constance es una gran defensora del poder transformador de la música y su capacidad para elevar la consciencia del ser humano. Ella misma sostiene que «la música es la más elevada de las artes, ayuda a conectar con el espíritu a través del sonido, conduciéndonos a nuestras facultades más elevadas, ascendiendo a través de la música hasta una mayor perspectiva del universo que nos rodea, de nuestro «yo» interior, nuestra esencia espiritual». Su música puede ser ciertamente terapéutica, relajante, fluida, con un frescor expresivo irresistible que moldea figuras sonoras con este aire clásico que en sus manos se convierten en esculturas auditivas, en definitiva regalándonos con un clasicismo que, si cerramos los ojos, se convierte en música visual.
Demby empezó practicar la meditación en los años sesenta, experiencia que utilizó en el desarrollo de nuevas formas espaciales de música contemporánea de corte clásico. De hecho, es así como ella misma define su peculiar estilo musical, un estilo al que literalmente califica de «música espacial sinfónica clásica contemporánea». Durante los años setenta, Constance Demby da diversos conciertos, participando asimismo en talleres y presentaciones multimedia a lo largo de la costa este norteamericana, junto a la banda Central Maine Power and Light Company. A finales de los setenta establece ya su propio sello discográfico, concretamente en el año 1978, al que llama Sound Currents, donde se publican sus primeros títulos de música meditativa espacial: Skies Above Skies en 1978, y Sunborne en 1980, año en que Demby inicia su experimentación electrónica. Con los teclados y samplers digitales, su estudio pasa a ser totalmente electrónico. Constance publica en su propio sello, además, Sacred Space Music en 1982, álbum en el que la compositora combina con inigualable maestría el piano, el dulcimer y el sintetizador creando así una de las primeras composiciones clásicas cuya brillantez, originalidad e inspirada fluidez la situarían entre las obras pioneras bajo la etiqueta genérica de la Nueva Era; en esta grabación Demby impulsa a los oyentes a explorar su yo espiritual volviendo la mirada hacia su interior: «Tienes que suprimir temporalmente el control del ego y dejar que la música te lleve a territorios tal vez nuevos e inexplorados», comenta la artista, refiriéndose a este álbum. A esta grabación seguirían Live At Alaron y el compilatorio Light of This World, álbum este último que incluye lo mejor de esta época compuesto por la artista.
Posteriormente Constance entraría en contacto con el sello Hearts of Space, del productor Stephen Hill, y sería en este sello donde esta genial creadora grabaría sus obras maestras. En 1986 Hearts of Space publica su inigualable Novus Magnificat, grabación que encabeza las listas de éxito de numerosas emisoras de radio, pieza clave para los aficionados a la música espacial, donde los sintetizadores, la percusión, los órganos, instrumentos diversos de cuerda, y un coro de voces etéreas se entrelazan con los especiales efectos electrónicos de Michael Stearns conjugándose en una sinfonía comparable al Requiem de Mozart, según algunos críticos, al estilo de la Nueva Era, y constituyendo una obra, en definitiva, que apela al potencial espiritual más elevado del ser humano, y cuyos efectos positivos sobre el oyente alcanzan al testimonio dado por médicos y enfermeras que han comentado su beneficioso efecto en clínicas y hospitales. La misma Constance Demby explica que esta obra es «un Magnificat y Exultate contemporáneos para orquesta digital y voces de coro», donde la artista crea una inspirada fusión de la música sacra tradicional occidental con influencias clásicas en una ambientación electrónica de caracter contemporáneo basada en los arquetipos inmutables de un viaje musical de carácter profundamente trascendental, transformador. Esta música, compuesta e interpretada por la artista utilizando un sintetizador Emulator II, en el que los instrumentos sinfónicos reales se digitalizan en samplers sobre discos magnéticos, siendo luego recombinados y orquestados por su autora, fue directamente creada en el mismo sintetizador, en una magistral combinación de las violas, violines, violoncellos, contrabajos, arpa, piano, órgano, cuerno francés, campanas, efectos electrónicos, tímpanos y coro. Todo ello combinado con la sonoridad propia de un Roland Juno 60, y un piano de cola de concierto Yamaha. Tanto el público en general como la crítica han aclamado esta magnífica creación, que supuso un éxito comercial notable.
También bajo el sello Hearts Of Space, Constance Demby publica su álbum Set Free (1989), donde se perciben las influencias de otras músicas como son las de Bali y las del continente africano, evidenciando el carácter universal que impregna sus obras. De hecho, la autora no cesa de experimentar con diversos instrumentos acústicos étnicos de todo el mundo, adaptándolos al medio electrónico digital, en un afán por descubrir nuevas sonoridades que lleven a una universalidad musical clásico-contemporánea. Poco después inicia sus giras internacionales, visitando diversos países europeos, entre ellos España (Islas Canarias), además de Egipto, Sudamérica, Japón, Indonesia y otros.
A Constance Demby le desagrada la etiqueta New Age debido a las connotaciones negativas que ésta ha asumido a lo largo de los años. Al parecer, cualquiera que consigue publicar un álbum utilizando sinfonías electrónicas es etiquetado como un músico «de Nueva Era», sin importar su nivel ni su experiencia, ni si realmente contribuyen al estilo de música meditativa y de expansión de la consciencia. La utilización del término Nueva Era como un ecléctico cajón de sastre en el que todo tiene cabida, donde el oyente encuentra cosas más «mediocres» que «buenas», ha provocado una gradual reducción en las ventas durante los últimos años. Si unimos ese problema al carácter negativo que varias religiones atribuyen al término Nueva Era conectándolas al paganismo y otros cultos más o menos oscuros, el resultado es ciertamente desconcertante. Es por este motivo que a Constance y muchos otros músicos realmente profesionales cuya calidad está fuera de toda duda, y que se han visto «etiquetados» de esta forma, les encantaría ver tal terminología cambiada. Lo cual presenta un auténtico reto: ¿Cómo llamarles? El problema es, que a nivel comercial, hay un gran desconcierto a la hora de calificar este tipo de músicas: los encargados del marketing, de cara al público, se empeñan en otorgarles una categorización definida, y sin embargo no saben si llamarla clásica, contemporánea, nuevas músicas, New Age, Nueva Era, músicas alternativas…
En su afán por descubrir nuevas sonoridades y sonidos nunca oídos anteriormente, Constance Demby ha sabido ensamblar cada emoción con su resonancia tonal complementaria, provocando diversas experiencias impactantes en el oyente, y despertando una catarsis emotiva que afecta a los más profundos niveles de consciencia en la armonización de su mente, su cuerpo y su espíritu. Este particular aspecto de su arte la ha llevado a desarrollar, ya en los años setenta, lo más innovador en el campo del sonido, ya que fue entonces cuando esta artista concibió y construyó los primeros instrumentos de Acero Sónico: El «Space Bass» («Bajo Espacial») y la «Whale Sail» (la «Vela de Ballena»). En ambos casos se trata básicamente de unas enormes láminas de acero inoxidable que se tocan con sendos arcos, y que generan profundos sonidos con una resonancia primordial jamás conseguida antes con los instrumentos convencionales. El «Space Bass» consiste en una lámina horizontal de acero inoxidable de diez pies, con cinco octavas de varillas fijadas a una barra. Estas varillas se tocan o bien golpeándolas al estilo de un instrumento de percusión, o bien mediante un arco, como si se tratase de un violín o un violoncelo, o más bien un contrabajo. Según se calcula, las ondas sonoras generadas por las notas más bajas se hallan en una longitud de onda de unos 30 pies. Por otra parte, la «Whale Sail» viene a ser una especie de versión cetácea hermana del «Space Bass», esta vez tratándose de una lámina vertical de 8 pies, entretejida con alambres que asimismo hay que tocar con un arco. La sonoridad que estos originales instrumentos son capaces de producir tienen un extraño toque ultraterreno con un potencial emotivo indescriptible.
En 1995, Constance Demby publica Aeterna, obra inspirada en los compositores clásicos de la escuela romántica, y más concretamente, en Rachmaninoff y Tchaikovsky. En esta obra, la autora lleva la música más allá de los confines terrenales. El aire melódico que impregna las obras de los maestros rusos viene a combinarse con el virtuosismo sublime propio de un Bach, en una armonía donde el piano es el instrumento rey por excelencia, consiguiendo una composición de carácter altamente espiritual, apasionado, profundo, cuya belleza supera toda descripción. Parece como si Demby se recreara en esculpir los sonidos, creando un paisaje sonoro llamado a convertirse un clásico cuyo poder transforma al oyente expandiendo su mente y abriendo su corazón a lo que ha de ser la música del siglo XXI en su carácter sinfónico más exquisito. Música de ensueño, espacial, deliciosamente apropiada para utilizarla en algún planetario, o tal vez como banda sonora de una película, esta música nos habla del universo, de la vida, nos lleva a una profunda experiencia emocional y espiritual, transformadora, sublime.
Actualmente, Constance Demby continúa creando nuevos mundos sonoros de carácter orquestal contemporáneo en su estudio. Para ello se basa en lo último en tecnología electrónica, incluyendo sintetizadores y samplers digitales. La compositora trabaja sin descanso en conseguir el dominio instrumental controlado por ordenador, un mundo que, no obstante, encuentra ciertamente árido y a la vez desafiante. Para ella es frustrante encontrarse con que no consigue tocar su música por olvidar pulsar una tecla. Por ello persevera en conseguir un dominio absoluto de estas tecnologías. Asimismo, la artista no descarta embarcarse en nuevas giras mundiales como ya hiciera antes. Constance es una gran defensora del poder transformador de la música y su capacidad para elevar la consciencia del ser humano. Ella misma sostiene que «la música es la más elevada de las artes, ayuda a conectar con el espíritu a través del sonido, conduciéndonos a nuestras facultades más elevadas, ascendiendo a través de la música hasta una mayor perspectiva del universo que nos rodea, de nuestro «yo» interior, nuestra esencia espiritual». Su música puede ser ciertamente terapéutica, relajante, fluida, con un frescor expresivo irresistible que moldea figuras sonoras con este aire clásico que en sus manos se convierten en esculturas auditivas, en definitiva regalándonos con un clasicismo que, si cerramos los ojos, se convierte en música visual.
CONSTANCE DEMBY
" AETERNA" Music for the Healing of the Heart
1. The Dawning
2. Ocean Without Shores
3. Innocence
4. Cry Of The Heart
5. Eternal Return
6. Rites Of Passage
Constance Demby - Sintetizador Kurzweil K 2000
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