Amigos, navegando por Internet encontré este bello poema que quiero compartirlo con ustedes. Cada fin de año siento en mi corazón una inquietud por mis alumnos que culminan sus estudios de Quinto de Secundaria, a quienes los formé desde los 5 años de edad, y hoy tienen 16. Da gusto ver cuanto han crecido, aprendido, están listos para emprender el vuelo, en busca de lograr sus sueños; ellos se van y yo me sigo quedando para despedir de nuevo a la siguiente promoción.
De seguro con muchos me seguiré viendo, pero con otros se van a lugares tan lejanos que será muy difícil encontrarnos, pero mi corazón siempre estará con ellos.
Mirtha Facundo
Directora del Colegio "Amadeus Mozart"
Un día, mi corazón
sintió cosquillas muy fuertes,
yo no sabía que era;
consulté a un médico,
a otro,
a otro
y a otro más.
Nadie comprendió que era.
Consulté a un psicólogo
a otro,
a otro
y a otro más
Ninguno de ellos intuyó
el significado de mis sensaciones.
Un día, me dijo una maestra,
muy viejita ella,
que esas cosquillas
que provenían de mi corazón
eran un mensaje
de mi verdadera vocación,
Comprendí entonces
algo importante,
en mí nació la idea
de ser médico,
pero me equivoqué.
Luego quise ser muchas cosas más,
pero ninguna de ellas
satisfacían mis sensaciones,
que crecían día a día
y cada vez
con mayor intensidad,
llegaron a producirme
una sensación tan grande
que me dio la impresión
de estar enamorado.
¿Pero de quién?
yo estaba cautivado ya
por una mujer profunda,
llena de virtudes,
de valores supremos,
de principios insondables,
de amor insuperable.
Pasó el tiempo
y mí supuesto amor
fue creciendo más y más.
Era tal el sentimiento
que aumentaba día a día,
que ya no podía soportar
el duro palpitar de mi corazón.
La misma maestra
me despertó,
atontado por la emoción
la escuché:
“Amigo mío,
la caricia de un niño
un día, me provocó
una sensación similar,
comprendí entonces
que quizás mi vocación
era la de enseñar”;
descubrí entonces
hacia dónde apuntaba mi preferencia.
Emprendí mis estudios
para ser un profesor.
Cuando inicié mi carrera
advertí que mis cosquillas
comenzaron a ceder,
mi inquietud inició su equilibrio.
Esas caritas inocentes
colmaron mi corazón.
Los amé profundamente,
los amé ayer,
los amo aún
y los amaré por siempre.
La inocencia de sus gestos
la presencia de sus almas
en mi alma
hizo que los amara más y más.
Y aquí estoy,
viviendo una vida de amor
de puro amor, enamorado.
Y percibí que mi nueva novia
era la docencia.
Cada rostro que se me presenta
hoy, me colma día a día;
expresiones puras de inocente dignidad
que muestran una luz interior
que me ilumina la vida.
Rasgos de ingenua sonrisa,
de pícaros sentimientos
apurados por vivir.
Siempre dispuestos a emprender un
vuelo rasante con insólita prisa,
un revoloteo de amor a la vida,
con errores y aciertos
difíciles de comprender,
pero que sí son claros para el corazón.
Benditos amores
que nacen a cada instante,
al sentir cada abrazo,
cada beso,
al escuchar cada palabra.
Una simple mirada
transmite todo el amor
que nos puede iluminar.
Una pureza que debería
extenderse por el mudo entero
pues así las flores crecerían,
y guirnaldas de colores
adornarían a la humanidad,
el fulgor iluminaría el futuro
con toda su intensidad.
Habría más pureza
para disfrutar una paz verdadera
y auténtica felicidad.
Pero claro,
ese ideal de amor
es un ideal profundo
que deberíamos acrecentar
con pureza de corazón,
con respeto por sus futuros,
por sus historias, sus penas,
con ejemplos de vida,
y con los verdaderos significados
que le demos,
los adultos,
al concepto
“AMOR”
CARLOS A. BADARACCO
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